Me encontré cara a cara con la realidad de tu partida, querido Jesús. Aunque hace tiempo que nuestros caminos se separaron y los hilos de la comunicación se desvanecieron en la distancia... Hoy, al enterarme de tu partida, siento la necesidad de compartir mis pensamientos en este espacio que alguna vez fue nuestro.
Recuerdo los días llenos de risas y proyectos musicales compartidos, cuando éramos jóvenes soñadores sin preocupaciones. Ahora, mientras reflexiono sobre la naturaleza de la muerte, encuentro consuelo en una imagen tan poética como certera: la vela que se apaga.
En ese instante crucial, los átomos que nos conforman no se dispersan en el olvido ni se pierden en la nada. Más bien, encuentro consuelo en la idea de que nuestros átomos se funden con el universo, formando parte de la vastedad que nos rodea. De alguna manera, podemos seguir siendo parte de algo más grande incluso después de que nuestro último aliento se haya escapado...
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